Cómo enamorar a la persona de tus sueños
Ante todo, dejemos claro que esto del amor es cosa de dos y nadie puede imponer a nadie que le quiera o ame. En este terreno, en el que no existen reglas científicas, hay que apostar por ser uno mismo, haciendo pequeños nuestros defectos, pero siempre sin engañar.
El amor insistimos, es cosa de dos, y este juego de seducción no se aleja mucho de lo que hacen los animales: mostrar sus fortalezas para gustar a la otra persona. Al final, vendemos nuestro producto, que somos nosotros mismos o nosotras mismas. No hay más, vender para que otro compre. Se lleva haciendo desde que el ser humano es ser humano.
Pero no frivolicemos el amor ni lo reduzcamos a una fórmula comercial. Esa forma de vendernos es algo natural: nos estamos mostrando de la mejor forma posible en todos los ámbitos de nuestra vida: en el trabajo, en nuestra familia, con nuestros amigos… Siempre queremos caer bien a los demás y ser aceptados. En esa línea, siempre enseñamos lo mejor de nosotros mismos.
Optimizar y ensalzar nuestras virtudes
Lo primero que tenemos que identificar son nuestras fortalezas. Solemos ser narcisistas, lo que nos lleva a pensar que somos perfectos en todo y que los demás están obligados a admirar nuestra personalidad. ¿Fallos nosotros? ¡Ninguno!
Pues debemos despertar, porque seremos buenos en algo y “defectuosos” en lo demás. Por ejemplo, el que es gracioso puede que no sea guapo, el que es guapo puede que no sea superinteligente y el que es inteligente puede que no sea millonario (sí, también es un factor a favor). Si tienes todas las virtudes terrenales juntas, enhorabuena. No hace falta que sigas leyendo.
Si no logras identificar el por qué gustas a los demás, pregúntales. Pero no a tu madre, porque tendrás que sentarte para escuchar toda la larga lista. Mejor a un amigo del sexo opuesto, que tendrá, seguramente, más gusto imparcial que tú.
Y de paso, pregunta también sobre tus defectos, esos que tendremos que “maquillar”. Por ejemplo: tender a hablar demasiado, una cara del montón, unos kilos de más, un trabajo poco respetado (entra en lista ser miembro de la mafia napolitana), ser egocéntrico, ser quisquilloso o carecer del sentido del humor.
Una vez que sabemos nuestra lista de nuestras dos virtudes y nuestros dos mil defectos, ya podemos afrontar el intento de enamorar.
Conocer a la otra persona
Un asunto importante es cómo contactar con la persona admirada. Sin caer en el acoso, pongámonos a investigar a qué sitios va, con quién frecuenta, qué gustos culturales tiene, etc.
Si está en tu mano, trata de saber sus gustos a través de amigos o conocidos comunes. A lo mejor le gusta justo el tipo de sentido del humor que tú tienes, o compartís la afición por cultivar margaritas blancas. ¿Quién sabe?
Y es importante atreverse. Si no, nos quedaremos admirando toda la vida. El miedo a fracasar nos paraliza, pero a la larga no intentarlo te va a dar el mismo resultado que recibir 20 noes.
Sé tú mismo/a… O no
La gran pregunta es si debes ser tú mismo/a o no. Pues depende. Si no eres inaguantable seguro que debes hacer un pequeño esfuerzo por cambiar. A fuerza de intentar corregir tu actitud seguramente que cambies en conjunto. Por ejemplo, si eres demasiado habladora y notas que eso molesta/ahuyenta, trata de amar los silencios y ponte, mejor, en modo escucha. O si no sabes comportarte comiendo, acude a quién te pueda enseñar buenos modales. Todos los problemas tienen alguna solución.
Otra cosa es si tienes problemas de belleza, o sea, que eres complicado de mirar. Entonces debes suplirlo con otros factores. No todo el mundo es tan superficial, y quizá si la otra persona lo es, habría que replantearse el interés.
Dicen que siempre hay alguien para nosotros, aunque puede que a ese alguien nunca le encontremos. Mientras tanto, practica tu lista de virtudes y de defectos, y sal al ring a venderte.